28 Oct – 01 Nov 2020.

ORGANIZACIÓN Y GOBIERNO
¡Inscripciones abiertas!
La vida en sociedad está determinada por una serie de instituciones –sociales– que se han construido a lo largo de la historia. Si bien estas no son estáticas, y están sujetas a transformaciones, al estar institucionalizadas, o sea, cristalizadas en una serie de estructuras, dictan prácticas que de manera cotidiana se reproducen. Por ello su transformación no es algo sencillo, e incluso no sucede al mismo ritmo que el de la sociedad en su conjunto.
Por un lado esto se debe al hecho de que dichas instituciones (la academia, el estado, el mercado, la iglesia, la familia, el derecho, entre otras), por cómo se han configurado, son funcionales a las lógicas hegemónicas –esas institucionalizadas– que hacen posible el sistema-mundo. En ese sentido, no por sí mismas juegan en contra de la sociedad, ya que son un reflejo de ella, sino que la forma particular que han tomado, y las relaciones que han posibilitado, exponen una lógica que dicta formas limitadas –reconocidas como legítimas– de ser y hacer.
Las formas de organización, y en consecuencias de gobierno, nunca son neutrales.
Al contrario, siempre parten de un posicionamiento, a veces explícito y a veces implícito. También, son algo que podría tanto limitar como potenciar, según desde dónde se les vea. Es por ello que pueden resultar profundamente desiguales y excluyentes, al mismo tiempo que violentas y destructivas, o bien, ser todo lo contrario. Así, la historia oficial presenta la realidad como acabada, con soluciones que imponen ideas y acciones guiadas por una autoridad que es legitimada y que reproduce patrones. Sin embargo, en la actualidad esos patrones se han transformado, ya que el mismo sistema se encuentra en constante crisis, modificando sus estructuras y sus instituciones. Esto es, porque a pesar de que el sistema determina y condiciona, no limita totalmente el rango de acción.
Esto quiere decir que da pauta para pensar realidades futuras distintas a las realidades pasadas y presentes, pero realmente no radicales.
Por ello, teniendo otros puntos de partida (otras instituciones), que no sean las del sistema actual, será posible pensar otros mundos.